En todo el mundo producimos alimentos suficientes para todos los seres humanos del planeta. Sin embargo, según las últimas estimaciones del Programa Mundial de Alimentos (PMA), los conflictos, las crisis económicas, los fenómenos climáticos extremos y la subida de los precios de los fertilizantes se están combinando para crear una crisis alimentaria de proporciones sin precedentes. Nada menos que 783 millones de personas padecen hambre crónica. Europa ha apoyado activamente la lucha contra la inseguridad alimentaria y más, tanto a corto plazo a través de ECHO como a más largo plazo, principalmente con la FAO, el PMA y otras agencias de la ONU. Este fue el telón de fondo al que la Oficina de la FAO en Bruselas, dirigida por Raschad Al-Khafaji, invitó a una reunión en el Real Instituto Belga de Ciencias Naturales de Bruselas con motivo del Día Mundial de la Alimentación de este año. El lema era: 'El agua es vida, el agua nutre. No dejar a nadie atrás', reconociendo que alrededor del 70% de todos los recursos de agua dulce accesibles se destinan a la producción de alimentos.

Un interesante elenco de oradores puso el énfasis en lo que sabemos que hay que hacer para trabajar por la seguridad alimentaria para todos y mostrar ejemplos de lo que se está haciendo. Myrto Arvaniti, Jefe de Marketing y Comunicación de la Oficina de Enlace de la FAO con la Unión Europea y Bélgica, moderó la sesión.

 

 

Aquí sólo podemos compartir algunas impresiones del variado programa a la hora de afrontar los duros contrastes entre el despilfarro por un lado y la escasez por otro, entre la mayor necesidad que nunca de cooperación internacional y los conflictos que agravan los ya de por sí duros efectos del cambio climático. Lo que quedó patente en todas las pruebas y casos presentados fue que los grupos de personas pobres y políticamente invisibles o a los que se considera opositores al gobierno son los que corren mayor riesgo de padecer inseguridad alimentaria y hambre. Y dado el gran número de personas y a menudo la escasa cooperación, cada vez era más difícil gestionar el suministro de alimentos en modo de emergencia casi permanente, como había denunciado claramente el Secretario General de la ONU, Guterres.

Meike van Ginneken, la enviada holandesa para asuntos hídricos, con gran experiencia en la gestión del agua dentro y fuera de su país, subrayó que las imágenes del sistema Copernicus permitían seguir desde el espacio la evolución de los cultivos incluso en zonas remotas. Eso permitía anticipar mejor dónde habría escasez regional que habría que suplir con comercio o ayuda alimentaria. Este tipo de imágenes también pueden servir de apoyo a la planificación territorial para hacer un uso juicioso de los recursos hídricos para la agricultura. Advirtió que se necesita algo más que tecnología para recuperar las reservas de agua dulce agotadas por la extracción excesiva y la sequía. Recordó que, aunque se hace mucho hincapié en el regadío, la mayor parte de la producción de alimentos depende de la humedad del suelo y de la agricultura de secano, que depende del agua "verde".

 

 

No se anduvo con rodeos a la hora de criticar que en diferentes países y regiones se sigan repartiendo abundantes subvenciones a tipos de agricultura que empeoran el cambio climático. Dado el peso de la agricultura en los presupuestos mundiales de CO2, se trata de un asunto muy preocupante. Pidió que se reforme la gobernanza agrícola, que se analice qué debe atraer la inversión, qué debe gravarse y qué debe seguir subvencionándose para hacer frente al cambio climático.

 

 

Barbara Egger, de la oficina del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) en Bagdad, se unió a su colega de la FAO, Salah Haj Hassan, con poca antelación para ilustrar algunas actividades sobre el terreno con miles de afectados en el norte y el sur de Iraq, el quinto país más vulnerable al cambio climático y la escasez de agua.

Las imágenes de las condiciones sobre el terreno y el trabajo de alerta temprana y preparación ante catástrofes en Senegal y Camerún pusieron de manifiesto la omnipresencia del mensaje, tanto para las sequías como para las inundaciones. Es posible que pocas personas en Europa estén bien informadas sobre las devastadoras inundaciones de Camerún, que obligaron a unos dos millones de personas a abandonar sus hogares y pasar penurias extremas. Así que, además de movilizar la ayuda humanitaria, era imperativo aplicar enfoques multirriesgo y medidas preparatorias para atenuar las catástrofes inminentes.

Tras las palabras de clausura de la representante de la ONU, Camilla Brückner, el coro de niños del Colegio Británico de Bruselas dio un impulso emocional a todos los participantes con sus canciones esperanzadoras en favor del agua para todos en el único planeta que compartimos no sólo con nuestros congéneres humanos, sino con toda la vida no humana que es esencial para la vida y la alimentación de todos. Ante tantas penurias presentadas -piénsese también en las víctimas de los terremotos de Afganistán-, uno puede tener sentimientos ambiguos ante una celebración en la seguridad de una bella institución cultural. Incluso eso puede ser efímero, como confirmaron los acontecimientos de Bruselas ese mismo día. Más allá de esta inquietud mezclada con esperanza, la ocasión pone de manifiesto el fuerte sentido de nuestra humanidad compartida, pase lo que pase. Merece la pena celebrarlo, celebrar la vida en nuestro Planeta Azul compartido.

Para más información técnica, consulte el sitio web de la FAO.